CÓMO ME RESCATÓ MI GUÍA

 Cómo me rescató mi guía

Escrito por Alicia Sánchez Montalbán 


“Todos tenemos un guía espiritual.” La primera vez que escuché esa frase me sonó a chino. No imaginaba, ni por un momento, cómo cambiaría mi vida. Por aquel entonces yo me pasaba el día lamentándome por todo, quejándome por todo, refunfuñando por todo. Sin darme cuenta, había ido tomando decisiones que me habían llevado a un lugar en el que no quería estar, y en el que me sentía prisionera. Había olvidado por completo que yo tenía fuerza de voluntad, que años atrás había tomado decisiones importantes sin miedo. 


En cambio, ahora, el miedo me bloqueaba por completo. Creía que, si intentaba cambiar mi vida, pasaría algo terrible: me quedaría en la calle, sin nada, perdería a mis hijos, tendría que mendigar para sobrevivir…


Y así me fui encerrando en un círculo vicioso de mal humor y enfado, de tristeza y amargura, de miedo e inacción, en el que sentía a menudo deseos de que mi vida se acabase. Pero no, fue precisamente la vida la que vino a rescatarme. Sucedieron cosas impactantes, sincronicidades inexplicables que me invitaron a sumergirme en mi espiritualidad. En ella se inició para mí un camino impresionante, que no solo me liberó de mi cárcel, sino que me llevó hasta el cielo, literalmente, porque en el cielo me he sentido muchas veces desde entonces. 


Fue al principio de ese camino cuando oí la frase. “Todos tenemos un guía espiritual”. 


–Ah, ¿sí? –pregunté–. ¿Y eso qué es?

–Un ser de luz que nos ayuda constantemente.

–¿Cómo un ángel? –me aventuré desde mi ignorancia.

–Algo parecido. 


Mi curiosidad salió a flote y quise saber más, pero los que me informaban no estaban dispuestos a creer que yo podía escuchar a mi guía.


¡Qué paradoja!, me dije. Si tengo un guía y su labor es ayudarme, ¿por qué no voy a poder escucharlo? ¿Por qué otros sí pueden y yo no voy a poder?


Como no lo entendía, hice lo que siempre suelo hacer en estos casos: investigar por mí misma. Lo llamé, me dispuse a escucharlo y, ¡oh, magia!, él me habló. Me habló durante casi una hora. Fue impresionante, una experiencia que nunca había vivido. Pero, claro, la mente… ¡Ay, la mente! Siempre dispuesta a boicotearlo todo. Dijo que no, que aquello me lo había inventado y lo dejé correr. 


Al cabo de cuatro meses, un acontecimiento inesperado me llevó a revisar lo que había escrito. Me eché a llorar. Aquel escrito me contaba mi vida, lo que había sucedido en mi vida en esos cuatro meses. ¿Cómo era posible?


Me di cuenta de que tenía que confiar en aquella posibilidad, y le di una oportunidad. Comencé a hablar con mi guía todos los días. Lo primero que sucedió es que me volví más dueña de mis emociones y de mis pensamientos. Mi equilibrio interior creció, mi paz interna también. Empecé a ver con claridad la salida, que antes no veía en absoluto. Tomé pequeñas decisiones, siguiendo los consejos que mi guía me daba. El resultado de esas decisiones me demostró, una y otra vez, que eran acertadas.


Lentamente, día a día, mis dudas fueron cayendo; también lo hizo la venda que me impedía ver el camino que se abría ante mis pies: el mío, el verdadero, el que mi alma quería recorrer. En él me descubrí a mí misma, a una Alicia que no sabía que estaba dentro de mí, alguien que ya no me parecía para nada deplorable. La lucha interior se acabó. Llegó la satisfacción, la alegría, la plenitud y el amor…


¿Qué por qué creo en la conexión con nuestros guías espirituales? Porque son el aliento que reconforta en los momentos difíciles, la mano amiga en la que apoyarse, la claridad en medio de la bruma, el valor que llega cuando nos decidimos a superar el miedo. Ellos son los intermediarios entre la luz original y nuestra humanidad. Nos recuerdan quiénes somos y para qué hemos venido. Nos animan a escuchar a nuestras almas y nos enseñan cómo hacerlo. Nos enseñan muchas, muchísimas cosas, vitales para vivir una vida plena. 


A veces pienso que, si volviera a vivir de nuevo, hay cosas que cambiaría de mi vida anterior a la conexión con mis guías. Pero luego me digo: no, ¿para qué? ¡Si esas cosas te llevaron hasta ellos! Si, gracias a ellos, saliste de tu agujero negro, para empezar a experimentarte como quien verdaderamente eres. 


¿Por qué sé que tus guías espirituales también pueden ayudarte a ti? Porque lo he visto una y otra vez en los cursos que ofrecemos, en las sesiones personalizadas, en las conexiones…. He visto transformaciones extraordinarias en vidas apagadas que se han llenado de luz. He presenciado cómo se empoderaban personas que se sentían pequeñas e incapaces. He contemplado con admiración el valor que han desarrollado algunos, en circunstancias terribles, gracias a la conexión consciente con su guía espiritual.


Me he admirado del proceso cientos de veces, y continúo admirándome. Por eso, porque sé que no podemos llegar a todos con los cursos presenciales, porque queremos ayudarte a sentir la extraordinaria belleza de la conexión con tu guía espiritual, porque deseamos que disfrutes de una vida plena, nos hemos decidido a crear este ciclo de 21 días de conexión con tu guía espiritual. Estamos seguros de que te servirá, sepas o no canalizar.


Para los que canalizan será una oportunidad de reconexión con su guía y también, de retomar la práctica. Ya sabéis que 21 días seguidos conectando lo convierten en un hábito, y así, la mente deja de oponerse con tanta vehemencia. 


No lo dudes. Estas meditaciones traen un gran regalo para ti. 


Las encontrarás entre los demás ciclos de 21 días dentro del botón 21 Días con mi Guía Espiritual.


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